Mi alma te alaba, Emisoras Radio en vivo Colombianas radios online…
¿No te molesta si hablo? Necesito hablar. De fumar y de beber. Lo sé, es tu momento. Eso me viene de mi sangre rusa. Es una locura, la cantidad de mujeres que tienen sangre rusa. Pero en mi caso es cierto. Mi madre era rusa. Era pianista. Una gran pianista. Se llamaba Vera. ¿Te gusta ese nombre, Vera? Pero no me estás escuchando. Claro que sí, te estoy escuchando. Claro que sí. Pensando en otra cosa. Siempre lúcido, o creyendo estarlo. Está bien, estás resignado. ¿Resignado a qué? A dejarme hablar de todas maneras. Yo quería llamar a mi hija Vera. Mi marido no quiso. Él era italiano. Quería un nombre italiano. Estábamos en Berlin cuando ella nació. Yo estaba en la embajada. A él le parecía que un nombre ruso, era una provocación. Pero no era eso. A decir verdad, él estaba celoso. De todo lo que yo amaba, de todo lo que yo quería, de todo lo que me conmovía. El embajador me tenía afecto. Era un anciano. Él me acusó de seducirlo. Así que regresamos a Roma, a un inmenso palacio. El palacio Larsi. Soy condesa. Es gracioso. Su madre y sus hermanas, toda la familia vivía allí. Todos me espiaban. Fue terrible. Así que perdí el corage y me fui. ¿Por tu salud? No. Al principio viví en la Costa Azul. Sola, sin duda. No voy a negarlo. Pareces enojado. Sin embargo yo te cuento mi vida. Suficiente. Ven. ¿Me dejas que acabe mi copa? No. Desnúdate. Bueno. De acuerdo. Entonces, después, en la Costa Azul. Suficiente. Cállate, cállate. ¿Ves? Es toda mi vida. Adoro las ardillas y Central Park está lleno de ellas. Es suficiente que yo llegue. Y yo, no las he visto nunca. Debo hacerlas huir. ¿Qué? No te había visto nunca en pleno día. No me mires. Estoy cansada, mal maquillada, llena de pequeñas arrugas. Vosotros tenéis suerte, los hombres. Para vosotros, la edad no importa. Son jóvenes mientras tienen éxito, pero si tienen que volver a empezar de cero. Empezar de cero, eso no ayuda, desde ningún punto de vista. Es una tontería, me habría gustado que me hablaras de ti. Me habría gustado que te abrieras. Cállate. Me habría gustado tanto que pusieras tu cabeza sobre mí,
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