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¿A qué viene esto? Van a torturar al viejo Corey. Un último intento para hacerle hablar. Es nuestro deber estar presente y ayudar a la justicia. Usted es un buen ciudadano, Sr. Putnam. ¿Qué pensará el Tribunal si aparta a su hija de sus deberes? Papá. Haz lo que dicen. ¡Thomas! Es una orden. Vamos. Esta vez seguro que lo dejan morir. . Suspenda las ejecuciones, señor. ¿Por qué? Casi me matan. Es normal. A Rebeca Nurse la ven como una santa. Y a John Proctor como un buen ciudadano. Si los ahorca, temo un motín. Hay gente que se reúne por la noche y conspiran entre ellos. La tierra tiembla. Razón de más para actuar con rapidez. Deme más tiempo, pueden confesar. Han tenido cuatro meses para hacerlo, Reverendo Parris. ¿Son culpables o no? Lo son. Entonces deben ser ahorcados. ¿Cree que me gusta derramar sangre? No duermo bien desde hace seis meses. Pero Dios nos ha elegido. Somos sus instrumentos. Y cumpliremos nuestro mandato. ¿Tiene miedo? Yo a veces lo tengo. Sé que nos odian, pero, ¿qué podemos hacer sino golpear más fuerte? Ay de aquel que Dios escogió para esparcir el terror. Pero ay de aquel que cesa antes de concluir el trabajo concedido. Voy a interrogar al viejo Corey. ¿Me acompaña? En virtud del decreto del Tribunal Especial Martha y Gilles Corey, Rebecca Nurse y John Proctor serán colgados mañana, de Octubre a las cinco de la mañana hasta la muerte. ¿Has oído lo que dijo? ¿Quién? El pregonero. Sí. No dijo nada de Elisabeth Proctor. ¿No lo sabes? No van a ahorcarla. ¿Por qué? Está embarazada de cuatro meses. Le han concedido un año más. Un año no es mucho, ya sabes. Pobre Abigail. Ibas a casarte con el hombre y colgar a su esposa. Pero la mujer está a salvo y al marido será ahorcado. ¡Qué mal huele! ¿Qué es eso? La vaca de los Proctor. Habrá muerto de abandono. Esperadme. Debo cerrar la puerta. ¿Por qué te molestas? Ahora no es la casa de nadie. ¿Rebeca? Mi mujer me ha condenado. Un sueño extraño. Escribo mi testamento, Martha. ¿Tienes dos docenas de camisas? ¡Cierra la boca, ! Nos ahorcarán y nuestros serán repartidos. Mis camisas se las pondrá la mujer de Putnam. No me ahorcarán, Martha.
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